sábado, agosto 12, 2017

No es fobia al turismo, sino al exceso

Salvo algunos exabruptos de grupúsculos descerebrados, niños de papá que se aburren y tiran de spray, no conozco a nadie que esté en contra del turismo, de la misma manera que no conozco a nadie que no esté en contra de esta agresiva avalancha de vehículos que nos han dejado sin aparcamientos y casi sin carreteras, han colapsado las pocas playas de arena que aún sobreviven y ocupan los restaurantes, así como las colas del autobús. Todo.
El turismo es sagrado, pero también lo es la isla, los ibicencos y nuestro derecho al descanso. Esto no se negocia. Y llegados a este punto ¿por dónde empezamos? Es evidente que los columnistas de opinión no pintamos nada. Aquí solo puede imprimir carácter quien dispone del boletín oficial o del bastón de mando (simbólico de momento).
Quienes propugnaron limitar los coches de alquiler, que por cierto se siguen matriculando en remotos pueblos de la España peninsular, tienen tanta razón como quienes pretenden cerrar la manguera a los ferries que evacuan miles de máquinas sobre Formentera. Simplemente ya no se cabe, es un problema de geometría.
La misma razón llevan los que pretenden fijar un número cerrado de plazas hoteleras.
¿Quieres abrir un hotel de cinco estrellas? Compra las plazas de hoteles obsoletos que serán sustituidas. Las Pitiusas solo pueden crecer en una dirección, a la inversa, en decrecimiento, en esponjamiento. El debate futuro será estas 623.624 plazas turísticas de todo tipo en Baleares.
El Govern tampoco ayuda. La Ley Turística será un nido de conflictos y encima la sacan en pleno agosto, cuando los contratos están cerrados. Simplemente no saben qué hacer. Leyes pocas y claras, que puedan cumplirse.