miércoles, febrero 08, 2017

Una entrada de año escalofriante


Si los pitiusos no estuviéramos ya curados de espantos yo diría que la entrada al 2017 nos da susto. Espanto. Pero lo dejaremos en escalofríos, por aquello de los vientos, los temporales marítimos, los fríos y las nevadas que apenas han cuajado.
Fácil comprender que el fenicio no se refiere al clima, que también, porque se ha manifestado con tal crudeza que en algunos casos ha levantado el miedo en la población. Y con toda la razón del mundo.
Aparte de los sobresaltos meteorológicos, hace lustros y décadas que vivimos con el corazón en un puño y el puño bajo el sobaco. No le dimos importancia cuando los pozos empezaron a asalitrarse y a llenarse de coliformes, pero no sabíamos que era el principio de una cadena de desastres que están borrando el aura de Ibiza. Aquello siguió con el diseño monumental de las carreteras, proceso que aún no ha terminado. Siguió con un aire cada vez más contaminado en verano y con unos niveles de ruidos que causan locura y otros desórdenes en la salud.
Siguió con un proceso de balearización incontenible e irreversible en las costas y en el interior. Con una sequías africanas (al menos tres en los últimos 30 años). Con unos incendios de dimensiones jamás vistas, ni siquiera cuando los cruzados catalanes incendiaron media isla en el año 1114 para eliminar a la población local, que jamás ha sido catalana.
Por el camino hemos dejado muchos árboles frutales, mucho bosque y casi toda la costa accesible, o sea, la costa no acantilada. Pocas veces ocurren tantos fenómenos encadenados, con tal intensidad y casi siempre por la misma causa: el arrasamiento de la isla para ponerla al servicio de la industria de tostado. Del tostado de turistas.
En años pasados se recibió la fatal noticia del cáncer de los viñedos. La filoxera acabó con gran parte de la producción de vino en Mallorca, desde 1891. Ibiza no dependía de las uvas, pero también recibió su castigo. Casi lo mismo ocurrió con la mixomatosis, a partir de 1938 (aunque ya se conocía cientos de años antes), una enfermedad vírica que mata a los conejos de manera fulminante.
Ahora, en plena entrada de año, se da a conocer el ´ébola de los olivos´ causado por una bacteria que elimina los árboles sin remedio conocido. El ébola es causado por un virus, no por una bacteria, así que el apodo está mal elegido. Es mejor su nombre científico: Xylella fastidiosa. Puede dejar Ibiza sin árboles, dicen. No pasaría nada, ya quedamos sin agua, pero el asunto da miedo, sí.