sábado, diciembre 24, 2016

Pisos turísticos en la picota


No se hablaba del alquiler de los pisos turísticos hace tres años. ¿Por qué? Porque los numerosos políticos, a duras penas tienen luces, tiempo o ganas de encauzar los temas vigentes –o sea, cuando ya están podridos y tienen difícil o carísimo remedio– y concretos de la actualidad.
¿Cómo van a mostrar visión de futuro inmediato y plantear aquella situaciones que serán acuciantes en cualquier momento? De hacerlo, lo más seguro es que se le llamara al orden desde el propio partido y que en todo caso alguien le crucificara y sería acusado de ansia de protagonismo.
De manera que propongo que, por lo que hacen y como lo hacen, todos los cargos políticos salvo unos cuantos, sean sin remuneración. Como ocurría en los años sesenta. Los concejales no cobraban, se sentían afortunados de poder ofrecer su experiencia y de aportar sus ideas para la mejora de su ciudad. Hoy, no solo cobran cantidades inmerecidas por exorbitantes, sino que incluso algunos meten cuchara con el fin de ya pueden imaginarse qué.

Con los pisos turísticos y su alquiler a los bárbaros del Norte ocurre lo mismo que con la desalinizadoras, las depuradoras y otras obras públicas: se llega tarde. Y cuando se llega tarde, se consuman injusticias, y al final queda fuera del negocio el que se ha mantenido dentro de la legalidad de las buenas maneras comerciales.
No se habla de otra cosa: los residentes en las Pitiusas están muy hartos de soportar la demencial presión humana de unos turistas que apenas duermen y que no respetan las mínimas normas cívicas de convivencia. Nadie les quiere tener cerca.
Si lo pensamos fría y objetivamente, el alquiler de pisos de uso turístico es una actividad industrial/comercial molesta, insalubre, contaminante y potencialmente peligrosa. Es lógico que la gente no los quiera tener como vecinos.

Y de pronto llega el Pacto, un conglomerado torpe cuya ineptitud alcanza alturas estratosféricas. Sin recordarlos que ellos mismos han expulsado a dos por corrupción. Y logra un milagro: tener en contra a todo el mundo (al parecer a excepción del tortuoso y elegante Vicent Torres, del PSOE). Los hoteleros, los residentes, los propios turistas más relajados, todo ellos en contra de las medidas propuestas por el Pacto.