sábado, noviembre 21, 2015

Una ecología a medida de los políticos

Foto por gentileza de Elizabeth Sánchez


Ustedes lo habrán observado en numerosas ocasiones: todo el mundo quiere someter la ecología y sus reglas naturales al capricho de cada cual. En el caso de los políticos nos encontramos con casos sangrantes, porque ellos tienen más capacidad de decisión, o sea de hacer daño y causar estragos que después pagaremos todos. Si nos abrimos una botella de vino tinto ibicenco y nos ponemos a hacer una lista nos saldrán decenas de ejemplos, quizás centenares, antes de vaciarla.
Voy a poner un ejemplo que nos lleva por la carretera de la amargura a todos: los malditos túneles soterrados en las autovías o vías en general. Cada vez que llueve se nos inundan todos. Además impiden al agua arrastrar material nutricio y de reposición a la Platja d´en Bossa, o a la que sea, que se están quedando sin arena. ¿Lo han notado ustedes?
Otro: por haber autorizado el diseño y la construcción de carreteras sobre torrentes y cercanías a la costa hemos privado a estas mismas playas de su renovación. Ahora muchas calas de Ibiza se están quedando calvas y cada vez será peor. Y muchísimo peor será cuando los barcos areneros extraigan la arena de los fondos litorales, causando numerosos inconvenientes ecológicos a la posidonia y a numerosas especies.
Otro: ¿se han fijado que cada vez que un temporal de Levante o de Poniente altera la configuración de la ribera rocosa o arenosa los restaurantes y negocios cercanos se quejan y piden al ayuntamiento correspondiente que retire las algas? Me parece bien que se retiren las barcas volcadas o los troncos, pero la posidonia muerta forma parte de un mecanismo muy preciso que sirve para preservar la integridad de la playa. Es decir, evita que el fuerte oleaje del temporal sustraiga la arena y la arrastre a los fondos. Las algas jamás se habían retirado durante el otoño y el invierno, salvo para su uso agrícola o para construir las techumbres de las casas payesas y en muchos sitios ni en verano, lo cual facilitaba la portentosa capacidad de la naturaleza para crear dunas y acumular la arena, que es auténtico oro para el turismo.
No voy a señalar a nadie, pero hace pocas semanas lo he leído: piden la retirada de las algas. Pues no. Es un error garrafal. La naturaleza hace su trabajo si le damos la menor oportunidad, pero no podemos destrozar el ciclo en verano y en invierno. A mí no me molestan los restaurantes y chiringuitos de playa, al contrario. Pero ellos son o debieran ser precisamente los más interesados en defender sus playas y en darles una tregua para que se defiendan de los temporales. «Es que huelen mal». Huelen a mar. Peor huelen los emisarios fallidos y los tendremos que soportar toda la vida. Seamos listos.