sábado, mayo 30, 2015

Todos quieren el turismo de palomos y pichones

Fiesta de los palmos de toda España en Badajoz (foto Hoy)
Andense con cuidado las autoridades –sean de la tendencia sexual que sean– o nos quitarán el turismo gay. Quedarse sin gays en Ibiza sería como quedar sin postre o sin la guinda del postre. No son bromas: la mayoría de ciudades españoles ya practican el subrepticio deporte de la promoción gay friendly y se arrebatan la clientela unas a otras. Se canibalizan a los clientes unos a otros. Sólo un alcalde de Badajoz –hace unos pocos años– que fue requerido en una rueda de prensa por el turismo homosexual, tuvo la infeliz ocurrencia de contestar algo así: «No, nosotros a los palomos los apartamos». Algunos rieron la ocurrencia o el uso del término «palomo», que yo creo haber leído en Antonio Gala (y pichones, añado, y explico que en ibicenco el pichón es el miembro viril).
El caso es que aquel abrumado alcalde fue sobrepasado por una reacción en toda España. A los pocos días ya se había organizado el Día del Palomo, que se celebra en Badajoz una vez al año, aunque el tirón dura varios días y la extensa Plaza Alta no da abasto. Aquel alcalde, sin saberlo, hizo un regalo a los comerciantes pacenses, pues el turismo gay suele mover sabrosas cantidades de dinero. No siempre el mecanismo es tan fácil. De una ocurrencia homófoba nació la mejor promoción ante el turismo nacional gay. Pero fue una carambola del destino. Pocas ciudades como Ibiza pueden presumir de acoger a todo tipo de turismo con tal tolerancia. Los homosexuales de ambos sexos han vivido con normalidad en la isla desde los años 60 y supongo que desde antes. Ahora esto ha degenerado, es decir, ya han entrado los políticos, los grupitos de presión, y las asociaciones que van de pillar del presupuesto. Pero esto jamás había sido necesario. En Ibiza los gays se sentían perfectamente integrados en la población global sin necesidad de levantar guetos ni pasarelas.
Ahora los políticos los atraen en julio o agosto y lo cuentan a la prensa como un logro excepcional. No lo es: ellos y ellas han venido durante todo el año sin necesidad de micrófono, confetis y copita de champán español. Lo difícil hubiera sido convencer a dos mil gays para que vinieran una semana a Ibiza el mes de mayo o en octubre. Incluso en Navidad. Pero no. A lo fácil y a trillar sobre lo ya trillado. Bien, incluso así, hay varias ciudades de España que se esfuerzan en mostrarse gay friendly, como si esto hiciera falta prometerlo por escrito y en un folleto turístico. Yo, al ver esto de gay friendly, saldría pitando, porque, explicación no pedida, acusación manifiesta. Y ya es sabido que a los palomos a la hora de fiarse, les cuesta un poco, y son hábiles en interpretar cualquier difusa señal adversa en el aire. Hacen bien.